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  • SISTEMA DE REPARTO DE LA ONP ES INVIABLE
27 Mar

SISTEMA DE REPARTO DE LA ONP ES INVIABLE


Por: David Maco Cano 

Abogado

Desde hace unos días la SBS y el MEF han venido opinando, casi a la par, que “ven con buenos ojos que la ONP se transforme en una figura similar a una AFP estatal”. Es así que, ambas entidades, nos vienen deslizando la idea que no les disgusta dejar de lado el “sistema de reparto” para asumir uno de “capitalización individual”. Sobre la primera parte de la propuesta creo que pocos entendidos en el tema podrían estar en contra o renegar de ella. El sistema de reparto de la ONP es ineficiente de por sí y, sobretodo, insostenible en el tiempo, por lo cual, este debe desaparecer y pronto. Pero es la segunda parte de la propuesta –lo que podríamos entender por “la solución”- lo que bien puede traer un largo debate y posiciones encontradas ya que no termina de quedar claro si esta idea tiene algún sustento técnico detrás o solo es, como parece, el estado en busca de “matar dos pájaros de un tiro”: 1) eliminar el inviable sistema de reparto, que le significa una carga hoy, pero sobre todo a futuro, y 2) mantener al estado presente en el sector pensiones por medio de esta llamada “AFP estatal”. El presente artículo busca satisfacer dos objetivos: 1) esclarecer un poco esta propuesta y, a continuación, 2) ofrecer un punto de vista crítico de por qué no debemos adoptar esta idea como una genialidad del regulador y/o del gobierno y mucho menos pensar en ponerla en práctica... al menos no completamente.

En primera instancia debo explicar rápidamente en qué cosiste la propuesta de la SBS y el MEF: Hoy en día la ONP funciona bajo un “sistema de reparto”, es decir, los aportes de los trabajadores actuales pagan las pensiones de los jubilados actuales, con la esperanza de que, cuando los primeros pasen a formar parte de la población de jubilados, sean estos recompensados del mismo modo por quienes en ese momento sean trabajadores activos que aporten. En cambio, el “sistema de capitalización individual” funciona bajo la mecánica de aportar mensualmente una cantidad de dinero X en una cuenta individual para que, luego, este dinero sea invertido por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y se obtenga así una rentabilidad, la misma que sirve para: 1) pagar comisiones a los inversores (aunque esto se paga aun sin rentabilidad) y 2) acumular más dinero en el fondo del futuro pensionista para que, cuando se jubile, este dinero le sea entregado en forma de pensión de jubilación. La propuesta consiste en que la ONP empiece a usar las cuentas individuales del modelo de las AFP y así cada afiliado tenga una cuenta propia que luego se traduzca en una pensión que esté directamente vinculada con su ahorro, dejando de lado totalmente el también llamado “principio de solidaridad”.

Hasta ahí el tema parece bastante simple de entender, justo e incluso deja la sensación de ser una solución precisa porque se estarían, al mismo tiempo, resolviendo dos problemáticas claves que se tienen hoy con respecto a los aportes para las pensiones: 1) la sensación de que las AFP están abusando con el cobro de comisiones exageradas por la gestión de fondos (al hacer ingresar un competidor estatal al mercado de las AFP) y 2) eliminar un sistema de reparto que, con el paso del tiempo, se va convirtiendo en más y más obsoleto (al dejar completamente el “sistema de reparto”).       Pero al mismo tiempo hay algunos escenarios que no se están evidenciando y que cambian por completo la visión positiva de la propuesta: 1) las “comisiones exageradas” de las AFP no son el problema de fondo para los actuales aportantes, 2) que la propuesta implica que el estado deba entrar a competir con las AFP a su mercado.

Lo rescatable…

La primera parte de la propuesta -desaparecer el “sistema de reparto”- aunque seguramente impopular políticamente y criticable por quienes defienden “medidas sociales”, es un paso necesario y urgente para el estado porque, tal cual está planteado este modelo solidario, es inviable en el Perú. El modelo propugna una suerte de “hoy por ti, mañana por mí”, pero aunque esto moralmente puede sonar muy atractivo, técnicamente ya se empieza a mostrar imposible de sobrellevar para el país en el futuro por cuatro factores clave: 1) caída de la natalidad, 2) aumento en la esperanza de vida, 3) altas tasas de informalidad y 4) se elige el sistema de AFP.

  1. Caída de la natalidad.- La natalidad en el Perú está en declive y pretende seguir así. Según el World Population Prospects del 2017, la razón será de 2.12 hijos por mujer entre el 2025 y 2030 y de 1.84 entre el 2045 y 2050; mientras que, por ejemplo, entre el 2005 y el 2010 la razón era de 2.6 hijos por mujer (ni que decir hace 50 años cuando la razón era de 6 hijos por mujer). En simple: nacerán cada vez menos e iremos desacelerando el crecimiento de la población.
  2. Aumento de la esperanza de vida.- Se espera que las personas vivan más. Según el World Population Prospects del 2017, la esperanza de vida será de 77.5 años entre el 2025 y 2030 y de 81.2 años entre el 2045 y 2050; mientras que, por ejemplo, en el 2018 la esperanza de vida fue de 75 años. En simple: Se estima que las personas cada vez vivan más y, por lógica, requieran de utilizar recursos por más tiempo para poder mantenerse.
  3. Altas tasas de informalidad.- A junio del 2018, la informalidad alcanzó el 73% de la fuerza laboral en el país y se prevé que, para el 2050, esta tasa llegué al 50%, sin embargo, aún con el estimado optimista, esta seguirá siendo una de las más altas de la región. En buena cuenta esta reducción esperada es positiva, pero el problema es que es insuficiente porque, al caer la tasa de reposición en las pensiones (número de aportantes menor o igual al número de pensionistas, por los dos puntos anteriores), lo que se va a esperar que es que la informalidad llegue a mínimos históricos para con eso financiar el déficit al pagar las pensiones.

Y eso considerando 50% de tasa de informalidad en el 2050, que es una cifra que emociona, pero que parece irreal de conseguir dadas las condiciones institucionales del Perú. El escenario cambia drásticamente si nos mantenemos en tasas entre el 80% y 70%, haría aún más dura la situación.

  1. Se elige una AFP.- En la actualidad 7 de cada 10 trabajadores eligen una AFP antes que la ONP. En unos años se espera que sean 9 de cada 10, con lo cual, apenas quedaría a la ONP 1 de cada 10 trabajadores para cubrir las pensiones a futuro de quienes hoy están en el sistema público o entrando a él (razón de 3 de cada 10). Eso, como es lógico, genera un descalce.

Entonces, como se puede entender, el sistema se hace inviable porque en unos años habrán menos aportantes a la ONP (por razones demográficas, institucionales o meramente de elección del aportante) para cubrir las pensiones de los que hoy ya están aportando y es sano que el estado haya caído en cuenta de que el sistema de reparto no es viable y deba dejarlo de lado, y positivo que, aun con tiempo, quiera resolver el problema antes de que se le vaya de las manos en algunos años y no puedo pagar pensiones a los jubilados o deba quitar poder adquisitivo a la moneda para poder honrar el compromiso. SIN EMBARGO, la “solución” que están proponiendo podría generar que, en el afán de salir de una situación complicada, nos metamos en una aún peor. Lo explico:

¿La Solución?

La idea que tiene la SBS y el MEF para resolver el problema antes explicado es convertir a la ONP en una AFP estatal. Es decir, sacarla del sistema de reparto tan paupérrimo para convertirla en un agente activo de mercado (ojo con esto) que, capte recursos de los futuros pensionistas, invierta las captaciones y, finalmente, rentabilice para los afiliados de forma individualizada. La idea parece buena y, además, se hace en un momento preciso: Las AFP privadas vienen de 4 años terribles en el mercado en los que no han ganado rentabilidad para el ahorrista, incluso en ocasiones hasta han perdido capital de ellos y, para colmo de males, ellas como negocio sí han obtenido rentabilidades, dicen algunos, exorbitantes. Entonces, el caldo de cultivo está dado para que esta propuesta tome una vía rápida y vea la luz pronto, pero tiene serios problemas que antes debemos evidenciar:

  1. El problema de las AFP no es que les falte competencia y necesite de una AFP estatal para que ingrese al mercado y así pueda generar más rentabilidad para sus futuros pensionistas. No. El problema con las AFP es que tienen un negocio que existe gracias a que el estado obliga a un grupo de personas a ahorrar a la fuerza para su jubilación. Básicamente las AFP no están buscando mejores rentabilidades en los mercados porque saben que: 1) un trabajador formal siempre deberá ahorrar un porcentaje de su renta, le gusto o no y, cuando lo haga debe hacerlo con la ONP o una AFP, y 2) siempre una AFP es mejor que la incierta ONP. En ese orden de ideas, lo que necesita una AFP no es competencia creada artificialmente, sino dejar de tener privilegios dados por ley. Dejar de tener un negocio gracias a una ley.
  2. Es muy peligroso que el estado ingrese de forma activa al mercado de las pensiones. Su presencia puede generar distorsiones que debemos prever:
  1. El estado no es precisamente el mejor empresario posible.- Ya hemos pasado por una época en la que el estado fue dueño de muchas empresas y los resultados fueron desastrosos. El estado es un pésimo administrador de recursos y, si se le confía la generación de riqueza para los futuros pensionistas, nada asegura que vaya a lograrlo. El MEF y la SBS están asumiendo inocentemente que el estado, sin incentivos para generar ganancias porque no busca rentabilidad, va a replicar cuando menos las ganancias de las AFP privadas. Eso es absurdo. Fácilmente el estado puede perder incluso más dinero del que ya han venido perdiendo las AFP en el mercado.
  2. Cuando el estado realiza una actividad económica tiene fuertes incentivos anticompetitivos.- Imaginando que el estado logra superar el bache explicado en el punto anterior y empieza a generar ganancias para los futuros pensionistas, no hay que olvidar que cuando el estado ingresa como agente económico al mercado, aunque bien es cierto que no lo hace para generar rentabilidad monetaria, sí puede ser que busque otro tipo de rentabilidad económica: Generación de empleo, provisión de bienes o servicios a un menor precio o, simplemente, algún redito político.

En consecuencia, si el estado ingresa con una AFP estatal, nada nos asegura que no vaya a tener incentivos para acabar con las AFP privadas y, en consecuencia, se convierta en una suerte de monopolista en el sector.

  1. Entregarle dinero al estado es un arma de doble filo.- El estado cae constantemente en déficit fiscal. Por ejemplo, hoy lo estamos y eso quiere decir que ingresamos por recaudación menos dinero del que necesitamos para cubrir el gasto público programado. Si le damos al estado el poder de guardar nuestros ahorros, nada nos asegura que no vaya a usar este para invertirlo en negocios que no generan la rentabilidad necesaria para recuperar el dinero invertido. Me explico, no es que el estado vaya a llevarse el dinero de las cuentas sin expresión de causa –que también podría, pero sería impopular-, sino que precisamente en el afán de buscar rentabilidad compre, por ejemplo, bonos de inversiones estatales –o incluso privadas, pero fomentadas por el estado- que prometan una rentabilidad alta, pero que en la practica el negocio no pueda llevarse a cabo y, finalmente, se pierda la inversión. Entonces, los ahorristas se convertirían en financistas de los proyectos del estado que no ven la luz porque, probablemente, no sean muy rentables.

Conclusión…

Eliminar la ONP es una muy buena idea. El sistema de reparto es inviable y solo traerá problemas a futuro. Pero crear una AFP estatal tampoco es la solución. Una AFP estatal significa, muy probablemente, más problemas: regresar a las épocas de las empresas estatales ineficientes, incentivo para ser un monopolista o quizá convertirnos en financistas de proyectos que no deberían ver la luz.

Finalmente, lo claro es que el estado sigue viendo el problema por el lado dónde no es. Si deja que las personas seamos libres de usar nuestra renta donde mejor nos convenga, sin obligarnos a ahorrar por la fuerza en determinados negocios, llevaremos el dinero dónde mejor es valorado y se obtendrá aun mayor rentabilidad.